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Mostrando entradas de julio, 2014

El capitalismo financiero, la poesía y la física subatómica

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Un chiste que ha circulado por email en estos días [octubre de 2008] intenta explicar con sarcasmo la forma de funcionamiento de los negocios en Wall Street. Dice que un inversor llega a la selva y propone a los nativos cazar monos vivos. Pagará 10 dólares por cabeza. Se produce una gran acumulación de monos en sus jaulas. El inversor ofrece 20 dólares, ya que es más difícil cazarlos, porque hay menos. Luego el inversor ofrece 50 por mono. Es muchísimo más difícil capturar a los que quedan pero sigue siendo negocio. Es aquí cuando el inversor se ausenta "por unos días" y su ayudante ofrece a los nativos un trato más o menos espurio: liberará una cierta cantidad de monos a 35 dólares por cabeza. Los nativos volverán a vendérselos al inversor –son tantos los monos enjaulados que no se notará la falta – y éste pagará 50, según la última cotización. Con ello, los nativos ganarán 15 por cada mono revendido al inversor. Aceptan, claro está. Pagan 35 por cada mono liberado. Y se

Juan Gelman, la revolución que "podía ser"

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Fueron pocos los poetas de la generación del setenta que no sintieron en sus años augurales el impacto de la poesía de Juan Gelman. La mayor parte, sin embargo, matizó luego esa influencia con una poesía no menos porteña pero de índole distinta. Las razones de este fenómeno exceden el espacio de este papel, pero también el de la época. Gelman, en su doble aspecto, poético y político, sobrepasó asimismo el espacio de un estrecho círculo epocal y un no menos estrecho círculo de lectores. Es uno de los poetas más leídos de la Argentina, aunque no a la par quizá del uruguayo Mario Benedetti, o de Pablo Neruda. Lo cierto es que integra esa franja de poetas medianamente populares en la clase media argentina. La poesía es un género que, se sabe, puede gustar sin ser leído. El acto de intelección no es imprescindible, o no al menos el acto completo de intelección, cuando se enfrenta un poema. Es intrigante. Pero no por nada a la poesía se la considera noble a la que vez que estúpida