El surrealismo, Patrimonio de la Humanidad


Viernes 16 de Enero de 2009
A propósito de la reedición de la antología surrealista de Aldo Pellegrini -suceso mencionado en una entrada anterior-, escribí en la columna Palabras Cruzadas, de Ñ, el 16 de setiembre de 2006:
“Si algo debiera resistir todo intento de clasificación y de historización, eso es el surrealismo, un movimiento que ya ha superado los 80 años y que fue, sin embargo, sometido a la más rigurosa especificación, al control ideológico más férreo en vida de su alma mater, el poeta André Breton. La dinámica de purgas y ratificaciones que Breton impuso al surrealismo, lo llevó finalmente a chocar con su propio monstruo; cuando intentó expulsar a Dalí, éste le contestó: 'No podéis expulsarme, el surrealismo soy yo'. Esto era cierto. Dalí se había convertido en una imagen viviente –y popular– del surrealismo. La editorial Argonauta acaba de reeditar la Antología de la poesía surrealista, de Aldo Pellegrini, originariamente publicada en 1961. Pellegrini había fundado en 1952 la revista A Partir de Cero, un pilar de la vanguardia surrealista local. Su antología tuvo suerte aun mejor. Es un trabajo considerado capital y se anuncia a sí mismo como el intento de presentar 'un balance histórico'. Difícil saber si Pellegrini creía cerrado el episodio surrealista. Seguro es que lo valoraba como fundamental en el arte del siglo pasado. La clasificación de los poetas surrealistas que ensaya Pellegrini se hace más funcional en la distancia. Los divide según el material que predomina en ellos: el automatismo psíquico, el lirismo, el humor, el 'principio de lo maravilloso', el 'contenido negro' o el neorromanticismo. Estas tendencias parecieran, hoy, los humores del surrealismo, aunque en su momento estuvieron encarnadas en poetas diferentes. Esos humores son a su vez lo que constituye la escuela. En términos técnicos, el automatismo psíquico, que era su fundamento, su sine qua non, aparece así como sólo un rasgo, más literario que real y vital. En rigor de verdad, se trata de un resultado, y de un resultado al que se aspiraba muy conscientemente. Cuando el belga E. L. T. Mesens escribe: Equivocado o no / Los tesoros están siempre ocultos / A dos pasos de las canciones sentadas, por ejemplo, está representando el automatismo, que se supone produce esas extrañas asociaciones. Pero eso no es automatismo. Eso es ingenio. Lo que el surrealismo produjo es el afán de despertar capacidades asociativas y dio a la poesía herramientas precisas para ejecutar el programa. Ahora, son Patrimonio de la Humanidad.”

Nota: La asociación libre no es una de las “herramientas precisas” que el surrealismo legó a la poesía. La asociación libre es un método del que se vale el psicoanálisis. El surrealismo dio por sentado que lo que surgiera del automatismo sería poesía. Ya se sabe que no es así. La “herramienta” que legó el surrealismo es, en cambio, la percepción de que las asociaciones libres a veces se constituyen en imágenes con la suficiente carga de sugestión como para ser consideradas poéticas. El surrealismo predicaba, bajo cuerda, como se señala en esta nota -con el ejemplo de Mesens-, la representación de las asociaciones libres. Fueran éstas espontáneas o buscadas, debían parecer libres. En la época heroica del surrealismo, ostentosamente libres. (16.1.2009)


Miércoles 07 de Enero de 2009
Un imperativo; entender a los surrealistas. Hace unas semanas, la editorial Argonauta reeditó Teatro de la inestable realidad, de Aldo Pellegrini, el compilador de la mejor antología surrealista en castellano (también la reeditó Argonauta -en 2006-). Las dos obras deambulan en el intenso tráfico editorial del que se habló en este blog, en las entradas anteriores. De ese teatro de la inestable realidad asombra, más de cuarenta años después de su primera edición, la lucidez del prólogo de Pellegrini, además de la concepción de las obras (ensayos de escenificación las llama el autor), en las que los personajes suelen filosofar en situaciones absurdas. Un surrealista ortodoxo no hubiese escrito lo que él escribió: “La realidad y el hombre son dos procesos que transcurren paralelos y parecen destinados a no encontrarse jamás”. Dicho por quien admiró al movimiento encabezado por André Breton en Francia, desde los primeros años de la década del veinte, esto suena a epitafio. Los surrealistas creían haber tomado contacto con la otra realidad, con la verdadera, con la profunda realidad que anida en las percepciones inconscientes. Dice Pellegrini: “Toda la historia del hombre es, en definitiva, una persecución desesperada de esa realidad que se le escapa”. Y sin embargo, estaba seguro de que la persecución, comedia y tragedia al mismo tiempo, debía mantenerse, pues “resulta en el fondo la única razón de vivir de la inmensa mayoría”. Idéntica base tuvo gran parte de la poesía del siglo pasado. El imaginismo y el hiperrealismo, el hermetismo, el minimalismo y el objetivismo, todo, en fin, lo que se movió en procura de un asedio eficiente de la realidad. Un asedio que sólo podía ofrecer visiones, aproximaciones. Aun así, aun así, el mundo debe tener estructura, acaso se dijeron los literatos, a la par de los científicos. Y en tal tensión, que suponía por lo menos la certeza de un espectador y un escenario, siguieron adelante. Pellegrini sentía algo más: “…lo que llamamos alegría de vivir resulta simplemente la íntima sensación de que cada uno está actuando en una desopilante farsa”. Alguna preocupación, alguna celebración subsiste. Se llame obsesión o religión o lúcida comicidad, aquel impulso es el latido de una cultura no extinta.

Jorge Aulicino
Blog El Estante Maldito

Foto: El manuscrito del Manifiesto Surrealista y las piezas de Poisson Soluble, de André Breton, que fueron editados en un mismo volumen en 1924, se subastaron y fueron vendidos en Sotheby´s, de París, por 5,4 millones de dólares, en mayo de 2008

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