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El Chat le dijo: “Me alegra que la nueva traducción sea de tu agrado"

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El poeta y traductor Jorge Aulicino es, decididamente, un hombre del Renacimiento, y nada de lo humano le es ajeno. Por eso se decidió a probar el ChatGPT como traductor de un célebre poema de Edgar Allan Poe. "Puedes llamarme ChatGPT o simplemente ‘Chat’" Hice la prueba de pedirle a ChatGPT la traducción de un poema. Sabrán que el tal chat es o dicen que es, un prototipo de inteligencia artificial (siempre pensé que toda inteligencia en cierto modo lo es, pero ese es otro tema). Le propuse a nuestro robot traducir “El Cuervo” de Edgar Allan Poe. Como de lo que se trata -o lo que se nos propone- es que dialoguemos y le hagamos preguntas a GPT, le dije sin más si podría traducir “El Cuervo”, de su compatriota Poe. Me imaginé aquella computadora de 2001 Odisea del espacio que gobierna toda la nave y tiene un nombre de mujer que ahora no recuerdo. Un nombre de mujer... la primera computadora de ficción capaz de regir el mundo humano. En fin. GPT reaccionó de inmediato. Yo pensa

La puerilidad sublime de Dante

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Una vez escribí, no me acuerdo dónde, que no me importaba el hecho de que la Divina Comedia hubiese sido escrita en italiano. En cualquier otro idioma, pero escrita siempre por Dante, el resultado habría sido el mismo. Era de una tremenda audacia --por ser muy difícil de probar-- esta afirmación. O una estupidez, en caso de que se probara lo contrario. Pero lo contrario no se puede probar tampoco, porque los traductores de Dante a otras lenguas -que de hecho escribieron la Comedia en otros idiomas- no son Dante. Lo temerario de mi exabrupto era suponer que se podría ser Dante sin ser italiano. ¿A qué viene todo esto? Primero quiero rectificar o al menos aclarar aquella boutade . La dije o escribí contra los que ponen los ojos en blanco cuando recitan algún fragmento de la Comedia en italiano y luego dicen: "Es intraducible". La soberana estupidez de esos admiradores consiste en que olvidan aquello que puede ser parafraseado, precisamente lo más maleable de la Comedia y de

Baudelaire, el mundo de los sentidos

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Hay algo en la figura, incluso en la prosa de Baudelaire, quizá en la figura que construyó esa prosa junto con las fotos de Nadar, algo que lo convierte en, precisamente, perdurable digamos por auto exclusión, o enemigo de la sociabilidad mal entendida. Benjamin, Proust -a quien Benjamin cita- y todos los poetas y críticos posteriores invitan a leer a Baudelaire como padre de la modernidad, entendiendo por esta la vida urbana, el movimiento de aquella amenazante multitud de Poe en "El hombre en la multitud", que retoma Baudelaire en El spleen de París . Después de todo esto, está su poesía, hecha de fragmentos artificiales en un mundo vacío: construcción artificiosa de lujo y exotismo, por un lado, y de lo podrido o en decadencia, por otro. Pero sobre todo está su idea de las correspondencias , que el poeta moderno convertiría en relaciones: correspondencias entre olores, colores, amores, símbolos ocultos. Su poema "Correspondencias" es la clave de la lírica moderna

El búho de Minerva

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El búho de Minerva sólo emprende su vuelo en el crepúsculo. F. Hegel, Elementos de la filosofía del Derecho. La "enigmática" frase de Hegel es una alegoría. Minerva era, para los romanos, el nombre de Palas Atenea, sabia y guerrera. Su acompañante de ojos grandes representó siempre, convencionalmente, la sabiduría. Para Hegel, la sabiduría solo abre sus alas en lo incierto, en lo nuevo, en lo recién abierto. Antes de escribir esta frase, ha dicho que cuando la filosofía pinta gris sobre gris, una figura se ha vuelto vieja.  Desde hace un tiempo, algo que me parecía absurdo cuando era muy joven me parece más acertado: escribir poesía es una forma de la neurosis. Una repetición del vuelo de aquel búho, que no es solo el de la sabiduría consumada, sino el de la exploración, la mirada fija y la caza nocturna. Escribo poesía para atrapar algo. No para reproducir de manera naturalista, aunque eso es también, a veces, un intento de atrapar . Sé, o creo saber, que las palabras pued

Más grande que la muerte: "Drácula", 1897-2020

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Bram Stoker, el autor de Drácula (una novela basada en cartas y diarios imaginarios), vivió entre 1847 y 1912. Nació en Dublín, fue acunado por cuentos de fantasmas y resultó dominado (vampirizado, podría decirse) por el actor y empresario teatral Henry Irving, a quien sirvió en Londres como secretario y administrador, y por quien sentía al parecer tanta veneración como odio. El libro se publicó en 1897. Stoker se casó con una mujer muy bella, aunque frígida, según su nieta, hija del único hijo del matrimonio. Solía frecuentar prostíbulos y murió de sífilis. ¿Hay en esta vida, poco más que corriente, algo que explique la inspiración genial que llevó a Stoker a darle forma, comprensión y carnadura inmortales a una superstición dispersa? Stoker escribió muchos libros. Nadie recuerda otro que no sea Drácula . Y muchos olvidaron ya que Stoker lo escribió. La novela despliega, en pocas páginas, una buena erudición sobre vampirismo. El vampiro es conocido " en todos los lugares en que

Frankenstein, el monstruo y su doble

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Entre las muchas interpretaciones que se ofrecen a la lectura de Frankenstein , de Mary Shelley, las hay sociales, pero prefiero, antes que las lecturas balzacianas, una impresión en bruto, la impresión del mito in toto . Hay diversas pistas no puestas por azar, tal vez, desde el comienzo, para que consideremos a la criatura del doctor Frankenstein la reescritura de un mito, un mitologema, diría Ángel Faretta. Pero esa lectura, a menos que ampliemos la lente, puede resultar pequeña si se focaliza en el propio doctor - el moderno Prometeo  del subtítulo- que intenta crear la vida, así como Prometeo robó el fuego a los dioses. Hay aquí un complejo mitológico que Mary Shelley no se propone ocultar entre líneas sino mostrar desde la portada. Víctor Frankenstein equivale a Prometeo, así como el fuego equivale a la vida, o al poder de dar vida. Hay sin embargo más y menos en el libro de Mary Shelley: formalmente está hecho de tres historias. Comienza con la del capitán Walton, que le escribe

Expedientes X: La conspiración y el abismo

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"El noble castillo del Canto Cuarto", uno de los ensayos que Jorge Luis Borges dedicó a la Divina Comedia, se extiende en definir la calidad de siniestro: "aquellos lugares o cosas que vagamente inspiran horror". Borges recapitula el origen de la idea, que proviene del inglés; recuerda que Stevenson era acosado en sus sueños por "un matiz abominable de color pardo"; que Chesterton imaginó una torre "cuya sola arquitectura era malvada"; que Melville dedicó varias páginas de Moby Dick a explicar el horror al color blanco. Tal vez no hubiera agregado a esta enumeración la trama y el ambiente pensados por Chris Carter para Los expedientes secretos X . Parece lícito sin embargo apropiarse de la lista de Borges para referir a la serie que revolucionó la tevé en la década de los noventa. Si fuera posible imaginar una mezcla de la novela La guerra de los mundos , de H.G. Wells, con la película El tercer hombre , de Carol Reed, eso daría por resultado al